Amaia se despertó nerviosa esa mañana. Era un día muy importante. En esa ocasión no había sido necesario que sonara el segundo despertador, como sucedía todas las mañanas. Habitualmente el primer timbrazo no era suficiente para levantarse, así que diez minutos después sonaba el móvil para reforzar, pero ese día no, de hecho, llevaba ya un buen rato despierta dando vueltas en la cama esperando que llegara el momento de levantarse

Había que elegir bien la ropa, menos mal que la sobraba tiempo, no acaba de decidirse,

Le encantaría poderse poner el vestido crema que tanto le gustaba, aunque siendo políticamente correctos podríamos decir que ahora no era de su talla.

Ella echaba la culpa al confinamiento.

En realidad, no practicaba deporte alguno ni hacía esfuerzo con su dieta para recuperar la figura, aunque en el fondo de su mente albergaba la absurda esperanza de que algún día ese vestido volviera a quedarle bien … como por arte de magia, claro. (nota: Qué identificado me siento con esto 😉)

Amaia tenía la misma esperanza que muchos de nosotros: que alguna cosa que deseamos suceda sin tener que “pagar el peaje” de esforzarnos en conseguirla con nuestro esfuerzo. Si no fuera así no existirían las dietas milagro, la gimnasia pasiva, los parches para dejar de fumar o la lotería.

Si quieres que las cosas mejoren de manera consistente tienes que “pagar el precio” de esforzarte para conseguirlo. No viene solo.

Por fin y tras muchas pruebas, cambios y algún que otro momento de desesperación, se decidió por el modelo adecuado … (aaay, ese vestido crema … con lo bien que le quedaba…), aunque ya sin tiempo de desayunar.

No podía llegar tarde. Tenía la evaluación anual. Había sido un año duro, pero había trabajado bien y los resultados habían sido satisfactorios. Era el momento de solicitar una promoción o en su defecto un aumento de sueldo. No se lo podían negar, ahora no. Se lo merecía.

El viaje al trabajo se hizo rápido mientras pensaba en sus cosas y practicaba la conversación que tendría, estudiando las posibles alternativas y preguntas y qué respondería en cada caso.

Era consciente de que practicar este tipo de actos es parte importante del éxito de cualquier entrevista de selección, de ventas o de evaluación y así lo hizo durante el trayecto. Lo tenía todo previsto, inclusive el que se lo negaran. Llevaba estudiada una serie de argumentos y contraargumentos, aunque estaba segura de que eso no sucedería.

Por fin llegó el momento de la esperada entrevista. Todo fue bien, mucha retroalimentación positiva por parte de su superior, reconocimiento a su labor, le permitió explicarse, le preguntó por sus expectativas.

Amaia no lo dudó, solicitó la promoción que ella se merecía. Su jefe no puso pegas a que abandonara el departamento ni a prescindir de ella; de hecho, le prometió una recomendación si fuera necesario.

Amaia”, le dijo, “estoy realmente satisfecho con el trabajo que has realizado y suponía que este momento llegaría, así que lo tenía previsto y en mi entrevista de evaluación con mi superior lo comenté y solicité una persona para reemplazarte, pero la decisión no es mía. Tienes concertada una entrevista con el Director de Recursos Humanos. Espero que te vaya bien.”

Amaia estaba exultante. Estaba segura de que le esperaba una promoción. No tenía tiempo de preparar la reunión porque se produciría en ese mismo momento, pero no importaba … una reunión con el director de recursos humanos … ¡Fantástico!

A veces es bueno rebajar algo nuestros momentos de euforia porque nos hacen no ver los peligros.

Entró en la sala segura de sí misma, confiada (“venida arriba” que dirían mis hijos mayores).

Saludó con fuerza y energía. Transmitía una tremenda seguridad en sí misma.

“Hola, señora Etxezarreta”, le espetó muy solemne su interlocutor. “Tome asiento, por favor. Tengo informes muy favorables sobre su trabajo en estos últimos años. Creo que es un buen técnico. Me indican que usted ha solicitado una promoción y un cambio de departamento. ¿Es correcto?”

“Sí, creo que lo merezco. He trabajado muy duro y conseguido muy buenos resultados”, contestó.

“No me cabe duda de que es así, aunque permítame aclarar algún aspecto que no me consta.

Una promoción implicaría coordinar el trabajo de un grupo de personas y un cambio muy importante en sus tareas y modos de enfocar sus responsabilidades. Dígame, durante el último año, ¿Cuántos libros ha leído usted sobre el tema?”

“¿Libros sobre el tema?” balbuceó Amaia “¿a qué se refiere exactamente”, dijo con un tono apagado.

“Sí usted quiere pasar de efectuar un trabajo individual, donde lo más importante es el conocimiento y la habilidad en su especialidad, a un trabajo donde lo esencial es coordinar el trabajo de otros, ¿Qué conocimientos o experiencia tiene sobre la materia?”

“… bueno, yo, yo …” repetía con nerviosismo el“… yo es que merezco este ascenso he trabajado mucho … no he leído sobre eso, no pensaba que era importante, pero lo aprenderé” acabó diciendo.

“Ya. Se lo preguntaba porque he consultado su ficha de acciones formativas y en los últimos años no ha recibido formación alguna dentro de nuestro plan. ¿Ha hecho usted curso por su cuenta?”

“No, no he tenido tiempo, he trabajado muy duro y ha sido imposible” adujo como excusa.

En ese momento el director de Recursos Humanos puso una cara muy seria y con un tono solemne espetó:

“Señora Etxezarreta por lo que me dice no ha recibido formación, no ha leído libros sobre lo que desea conseguir y, sin embargo, aspira a que se le asignen nuevas responsabilidades cuando básicamente no ha evolucionado para adquirir las nuevas habilidades y conocimientos que necesitará para esa posición que solicita.

En esta empresa necesitamos personas proactivas que vayan por delante de los acontecimientos y que estén preparadas para cuando llegue su oportunidad.

Es usted una extraordinaria profesional y ha demostrado su compromiso con la empresa, le sugiero que trabaje los aspectos que necesita para poder liderar personas y lo tendremos muy en cuenta para el futuro.

Tiene a su disposición nuestro departamento para ayudarle con ello si así lo desea”, le dijo dulcificando el tono a medida que avanzaba en el discurso.

Amaia había cometido el “error” de centrarse en hacer muy bien lo que hacía, en vez de prepararse para lo que quería hacer.

Es triste prepararte muy duro y que la oportunidad no llegue, pero es lamentable que la oportunidad aparezca y uno no esté preparado.

Si realmente quieres algo, comienza a prepararlo ahora, nunca se sabe cuándo pasará el tren.

Si quieres que tus resultados cambien tendrás que hacer cosas nuevas y para ello hay que aprender a realizarlas.

Evolucionar, desarrollar las capacidades y competencias que deseamos tener es fundamental para conseguir nuevos retos o hacer cosas diferentes.

Si no tienes tiempo para formarte, reorganiza lo que realizas y fórmate.

La formación supone esfuerzo y aparentemente es cara, pero a la larga mucho más cara y más esfuerzo supone la ignorancia.

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