Motivación

“Esto es una locura, estoy reventado de tener que estar tirando de todos, a ver si ahora puedes hacer tú algo para “elevar la moral de la tropa” y conseguir que pilotar esta nave sea digerible”, le dijo Antonio en tono de cierta chanza a Luis, el nuevo responsable del área de desarrollo de personas.

Luis llevaba tiempo trabajando para la empresa y acababa de ser ascendido. Gabriel, el anterior responsable y que realizó un trabajo tan excelente que no pasó desapercibido, había sido “fichado” por una empresa de campanillas y le nombraron a él su sucesor.

El comentario de Antonio no sentó nada bien a Luis y se le notó en la cara. Uno de los motivos del ascenso fue su capacidad de decisión y forma de enfrentarse a los problemas y lo demostró en la primera ocasión que tuvo, que fue esta.

“Antonio, perdona, ¿puedes ser algo más concreto, por favor, por quién te refieres exactamente?, ¿con quién habría que trabajar la motivación?” le preguntó.

“¿Quieres nombres? mira, de momento todo el departamento comercial y después si quieres te puedo decir no menos de doce personas” respondió Antonio, ya sin tono relajado.

“Sí, te agradecería que me dieras nombres”, retó, aunque cierto tono amable, Luis.

“Mira, te los voy a dar: Ángela, Fernando, los tres encargados del turno de mañana de fábrica y Pepe, el de almacén, además de Felipe, Jesús, Rubén, Teresa, Edurne y Fermín. Me dejo unos cuantos, pero con que motivaras a esos ya sería un grandísimo trabajo”, sentenció Antonio.

“Voy a quitar de esa lista a Juan y Lucas, dos de los encargados de la mañana, y a Ángela, que ya trabajaban aquí cuando tú llegaste, el resto se incorporaron después, en la época del crecimiento y, no sé si todos, pero la mayoría fueron seleccionados por Gabriel, que es una de personas que más sabe de selección de personal de España, por eso está ahora donde está” estaba relatando Luis cuando Antonio le cortó

“¿Por qué quitas a personas de esa lista? ¿es que estás seguro de que no podrás con ellos?”

“No, cómo te decía, lo hago porque de ellos no puedo saber cómo eran cuando se incorporaron, pero te aseguro que el resto cuando lo hizo entraron con máxima motivación, ya que Gabriel era probablemente lo que más valoraba, ¿me equivoco?”

Antonio miró a Luis desde abajo, con sus ojos mirando hacia arriba, pensativo y afirmó

“Sí, supongo que sí, Gabriel le daba muchísima importancia a la actitud, las ganas y el potencial, mucho más que a las titulaciones o la experiencia”, acertó a responder con cierto tono de respeto, anticipando lo que Luis iba a soltar en ese momento

“Entonces, si tú ya eras Director General cuando entraron en la empresa y lo hicieron totalmente motivados y estamos hablando de la mayoría de personas, ¿nunca se te ha ocurrido preguntarte qué estás haciendo tú como máximo responsable para desmotivarles?”

Aquello cambió la cara de Antonio, que muy indignado zanjó:

“Creo que me he equivocado con tu promoción”, a la vez que se levantaba y salía de la sala en la que estaban los dos reunidos.

No parecía un buen comienzo de posición para Luis que asumió que su liderazgo de ese departamento iba a ser efímero. Al día siguiente cuando llegó a la empresa, Alejandro, el empleado de recepción le dijo: “Don Luis, Don Antonio me ha pedido que según llegue usted haga el favor de pasar por su despacho”.

En ese momento se le hizo un nudo en el estómago. Antonio no era de los que llegara el primero a la oficina. Tenía muchas virtudes, pero esa no era una de ellas. Asumió lo peor.

“Luis, pasa y siéntate ahí, por favor, tenemos que hablar muy seriamente”

Por un momento Luis estuvo tentado de disculparse para intentar salvar su puesto, aunque rápidamente descartó esa idea. Había dicho lo que era cierto. Se sentó y esperó sentencia.

“Lo que dijiste ayer fue muy duro y me indignó muchísimo, de hecho, salí de la empresa hecho una furia, tanto que a pesar de haber salido ya a correr a primera hora, como suelo hacer, me volví a poner las zapatillas e hice un entrenamiento fuerte para quemar adrenalina. Me quedé agotado, tanto que Carmen, mi mujer, me preguntó a ver que me sucedía. Le conté nuestra conversación y ella calló, me dio un beso y me dijo, “espera un segundo”, a la vez que me cogía su iPad, me lo pasaba y me decía: “lee este artículo”. Luis, te lo he impreso, quiero que lo leas tú” le dijo a la vez que le entregaba unas hojas que decían lo siguiente:

Tenemos que cambiar el mito. Tenemos que dejar de motivar y crear las condiciones adecuadas para conseguir que la persona se ilusione, hágase la siguiente pregunta: “¿Qué estoy haciendo para desmotivar?”.

Según encuestas realizadas en países anglosajones (pero que estoy seguro valen al 100% para España y América Latina) lo que más desmotiva al colaborador es:

1.- Que el jefe siempre quiera tener la última palabra en todo.

Dicho en castizo: “más burro que un arao”, no hay forma de que ceda en algo. También denominado jefe “y si no, aplicamos el artículo primero”.

2.- Falta de coherencia entre lo que dice y lo que hace.

Las normas, para los demás, yo hago lo que me apetece, cuando me apetece y como me apetece; También denominado jefe Chuck Norris, por encima del bien y del mal

3.- Falta de confianza en la capacidad del colaborador.

Si es que nadie hace las cosas como yo. También denominado Don Perfecto

4.- Entrometerse en todos los pequeños detalles del trabajo.

Si no cambia una carta o un mail que tú tienes que enviar, ese día no duerme. También denominado jefe moscón

5.- No transmitir la visión global y el porqué de las cosas.

”Paque” las voy a explicar, si total no las van a entender” También denominado jefe levita, por aquello de estar a otro nivel

6.- Apropiarse de ideas de los colaboradores.

“No te vas a creer lo que se me ha ocurrido” También denominado jefe golfo apandador

7.- Echar la culpa de lo que sucede al equipo.

También denominado jefe Hommer Simpson: La culpa es de cualquiera menos mía

8.- No clarificar y concretar lo que se espera de cada persona.

Realmente porque tampoco él lo tiene claro. También denominado Jefe veleta

9.- Salarios por debajo de mercado / responsabilidad / puesto

Total, para lo que hacen, bastante les pago En este caso los trabajadores tienen complejo Cola Cao por eso “yo soy aquel negrito, del África tropical …” También denominado Jefe negrero

10.- Excesiva rigidez de norma.

Menos para lo suyo, claro. También denominado jefe General Custer, porque lleva a todos al desastre

11.- Inflexibilidad en las negociaciones.

También denominado jefe seispesetas porque es más que un duro. Eso sí, si es un cliente, hasta los tobillos, pero el colaborador primero

Con ello, para evitar desmotivaciones justificadas, le recomiendo, si no lo estuviera haciendo ya, que:

1.- No quiera tener la última palabra en todo. Quédese solamente con lo esencial y deje que su equipo decida sobre el resto.

2.- Sea coherente: no pida austeridad en estos tiempos de crisis y pague facturas de restaurantes de 100 € cubierto o cambie de coche por uno todavía mejor.

3.- Confíe en sus colaboradores y hágaselo saber con hechos y dichos

4.- No se entrometa en todo. Aprenda a tragar sapos y culebras con lo no trascendental.

5.- Tenga muy clara la visión de su empresa y transmítala. Que cada uno sepa para qué vale su trabajo.

6.- Nunca jamás se apropie de una idea de otro o eche la culpa a nadie de lo que sucede, tenga tendencia a culparse a sí mismo (al fin y al cabo, es el último responsable). Aprenda a morderse la lengua.

7.- Tenga muy claro el organigrama y qué espera de cada persona. Reúnase con ella y expóngalo. Y haga esto con frecuencia (una vez al año no es suficiente).

8.- Sea flexible en lo que no es esencial para el negocio.

Una vez eliminados los elementos desmotivantes, EXIJA.

Las personas acostumbran a responder según lo que se les pide y exige. Si usted no exige nada, no recibirá nada a cambio. El hecho de que alguien no esté motivado no le exime de cumplir sus objetivos. Defina con él lo que tiene que hacer y cuando y exija que lo cumpla. Su empresa lo agradecerá y a largo plazo, su colaborador también.

Todos tenemos mejor recuerdo de aquel profesor (o jefe) exigente, pero justo, que de aquel que ni daba ni exigía nada (“un calzonazos”, a juicio de muchos). El motivo de ello es que el exigente consiguió que mejoráramos y que nos auto motiváramos, por la cuenta que nos tenía.

La no exigencia lleva a la desmotivación.

Por último, gestione su propia automotivación. La automotivación es poco contagiosa, pero la desmotivación lo es muchísimo.

Como resumen,

  • el mito de la motivación es eso: un mito, lo que de verdad existe es la ilusión y la desmotivación. Para la primera (pregunte a la gente que le ilusiona y póngale en el camino a conseguirlo preparando las condiciones necesarias para que suceda) y la segunda intente evitarla modificando sus comportamientos y exigiendo
  • Acepta que todos pretendemos trabajar con personas motivadas, pero esto no siempre es así. Indudablemente tenemos que aceptar que no todo el mundo y siempre va a estar motivado, todos tendrán momentos más altos y más bajos y esto lo tenemos que asumir como normal.

“Muy cierto Antonio, muy cierto. Lo conocía, me pasó Gabriel el enlace al mismo hace un tiempo y es un placer volver a leerlo. Me alegro mucho de que tu mujer también lo hubiera leído y lo tuviera localizado”, comentó Luis que sentía que se quitaba un peso de encima y estaba ya con un cierto relajo

“Sospecho que yo tengo unas cuantas, de estas, ¿no es verdad?”, preguntó Antonio

“Me temo que sí, Antonio, me temo que sí”, replicó Luis

“¿Me puedes ayudar tú o conoces a alguien que pudiera hacerlo”

 

No me consta que esta historia que relato sea real, es más, me resultaría extraño que lo fuera, y en cierto modo es una lástima que no nos demos cuenta de lo que provocamos en los demás, en las personas de alrededor, sobre todo cuando tenemos puestos de responsabilidad. También es una lástima que cuando alguien nos diga algo tan cierto como lo que dijo Luis, muy pocas personas sean capaces de reaccionar como lo hizo Antonio al día siguiente, siendo humilde, reconociendo que algo no había estado haciendo bien y solicitando ayuda.

Si tienes responsabilidad en tu empresa o en tu departamento y consideras que hay una mayoría de personas desmotivadas, te recomiendo que imprimas este artículo (pincha aquí para bajártelo en pdf), lo leas y recapacites sobre lo que haces.

Si crees reconocer a alguien en el mismo, haz como Carmen, la mujer de Antonio, dáselo a leer. Si no te atreves a hacerlo en persona, imprímelo y déjalo de forma anónima en su mesa, es posible que capte la indirecta.

Recuerda,

.

¿Conoces tú algún caso similar al aquí relatado? ¿Cómo terminó? Estaré encantado de recibir tus comentarios y experiencia sobre ello.

Habrá nuevas reflexiones en las próximas semanas. Si quieres ser avisado sobre ellas, deja aquí tu correo y serás informado según se publiquen. A la vez que recibirás el libro digital 50 libros de negocio que merece la pena leer

[wysija_form id=”9″]

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.