¿En cuantos anuncios hemos leído la frase “formación a cargo de la empresa”?
¿Cuantas veces ha sido realidad?. Lo más habitual es encontrarte con una formación algo más gráfica

Normas, normas y más normas y cada mañana todos a formar y algunos pretenden que encima vayamos contentos a trabajar. Si al menos, como los enanitos del cuento tuviéramos allí a Blancanieves, en vez del habitual Schreck.
Jordi Vila Porta en su libro Éxito relata una anécdota en la que decía a uno de sus jefes que había que formar a los colaboradores para obtener resultados, tal y como hacía la empresa más grande de su sector. Su jefe le respondía
“esos lo hacen porque tienen mucho dinero”, a lo que Jordi le replicaba
“yo creo que tienen mucho dinero porque lo hacen”
España es uno de los países desarrollados con menor competitividad, en el puesto 30 según el informe de 2014 (ver aquí) y en el puesto 19 de los países europeos. Las causas son multifactoriales y no dependen de un único concepto, pero estoy seguro de que uno de los motivos es un problema de formación.
La formación en España es uno de los retos que tenemos que afrontar, aunque debiera hacerse desde la base.
Debido a la falta de competitividad y productividad de nuestra fuerza laboral se han tenido que producir ajustes importantes de salarios para poder volver a competir con otros países. Ello no es responsabilidad de las empresas españolas y sobre todo de los empresarios o el gobierno de España, como algunos sindicatos y partidos políticos de la oposición aducen. La “mano” que tienen las empresas españolas para competir no es precisamente de cuatros reyes o 31 al juego siendo mano.
El informe PISA es demoledor y la comparativa de universidades, igual, así que con esa materia prima tampoco podemos pedir empresas campeonas del mundo, y aún así alguna tenemos.
Esos son las cartas con las que debemos jugar la partida. Si recibimos personas con baja formación y escasa capacidad de esfuerzo (no sé si existirán más países en el mundo en donde, como en España con la LOGSE te pudieran dar un título sin haber aprobado todas las asignaturas) ello nos debiera suponer un mayor esfuerzo en formación. ¿Realmente se da?
En la economía española, la formación no solo ha sido un patito feo, si no al parecer, fuente de enriquecimiento de algunos sinvergüenzas, como ahora está saliendo a la luz.
Muchos no se han enterado todavía que su empresa no va de productos o servicios, va de personas.
Yo tuve la fortuna de trabajar para una compañía en que las personas contaban y mucho y la formación hacia las mismas también. Cuando dejé aquella empresa trabajábamos para ella en España 70 personas. En estos momentos, al menos 10 de aquellas tienen cargos importantes fuera de España para la compañía (cuya sede no está en España) a nivel mundial: vicepresidentes (sí, en plural, hay más de uno), directores generales de subsidiarias (también en plural), directores de unidad de negocio a nivel mundial, directores de fábrica, en Alemania, por ejemplo, amén de otros cargos de gran relevancia.
¿Se ha resentido la compañía en España por esa salida de extraordinarios profesionales? Indudablemente que sí, pero otros han tomado sus responsabilidades y han hecho que ni se notara y que este periodo de crisis haya servido para que crezca notablemente su cuota de mercado. Esa compañía sigue invirtiendo en personas y formación muy por encima de lo que lo hacen otras de su dimensión, de ahí gran parte de su éxito. La subsidiaria en España es una de las joyas de la empresa, uno de los espejos en los que las demás se quieren mirar. Una fuente de admiración para el resto.
Por desgracia, hay muchas otras empresas para las que la formación solo es un gasto y solamente la realizan si es subvencionada o bonificada por la Fundación Tripartita. Gravísimo error. Lo que nos va a diferenciar de nuestra competencia son las personas, no los productos, servicios o sistemas, sino cómo son llevados a cabo por las personas que componen nuestra compañía, por el desarrollo que son capaces de generar, por la ilusión, empeño y voluntad que pongan en su mejora.
Me entristece mucho ver como hay directores generales y de desarrollo de personas (me niego a llamarles recursos humanos, las personas son eso, personas, no recursos) que lo único que miran cuando se habla de formación es el coste, en vez del valor que va aportar a su negocio.
No caigamos en la necedad que contaba Machado de confundir valor con precio.
La formación en la empresa debe de comenzar desde antes del contrato laboral. No debiera incorporarse nadie a una compañía si previamente no hay un plan de acogida en donde esté reflejado qué tiene que aprender y quien le va a enseñar y para cuando. Nadie ha nacido sabiendo, todos tenemos que pasar por el aprendizaje. Un buen plan de acogida incrementa la competitividad y productividad del acogido de forma exponencial y eso, eso también es formación.
La formación no es solo transmisión de conocimientos. También es transmisión de valores, de conductas, de comportamientos, de solidaridad, de compañerismo, de apoyo mutuo, de saber quien es y qué pretende de ti la empresa.
El conocimiento técnico es muy importante, pero de poco vale si no va acompañado de conocimiento sobre personas, sobre equipos, sobre liderazgo, sobre conducta, sobre valores. Lo que realmente marca la diferencia son las personas y sus relaciones entre ellos y con terceros.
Si la formación en conocimiento técnico es uno de los patitos feos, ni te cuento lo que es la formación en las habilidades “blandas” que detallaba antes. Déjame decirte una cosa, esas son las que realmente marcan la diferencia. En esas debiéramos poner todo nuestro esfuerzo.
La mejor inversión que puede hacer una empresa es invertir en su gente, en las personas que la componen y conseguir que la imagen y texto que acompaña este artículo sea solo un comentario jocoso, no una realidad.
Para la mayoría de empresarios que conozco
- La contabilidad es una imposición,
- Pagar impuestos una obligación,
- La norma de calidad una exigencia,
- Las normativas laborales un obstáculo y
- La formación un gasto inútil,
pero todos tienen
- un contable,
- un asesor fiscal,
- quien le ayuda con su ISO 9000,
- un asesor laboral y
- una empresa que les gestiona la formación (subvencionada, claro está), pero
conozco a muy pocos empresarios y directivos que tengan a alguien que les ayude a desarrollar a “las personas, su activo más importante” y esos son los que realmente marcan la diferencia y quienes lideran esas empresas españolas para las que realmente merece la pena trabajar.
¿Has conocido tú a alguno de ellos?
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Este es uno de los artículos que están en el libro Yo en eso no me monto