Ángel había cumplido ya los 65 años. Le llegó el momento de la jubilación, de dejar el puesto de trabajo que durante tantos años había ocupado. Toda la vida en la fábrica. Entró en ella cuando acabó la maestría industrial hace más de cuarenta años. Había ido pasando por prácticamente todos los puestos de trabajo hasta alcanzar la dirección de fábrica, que es el cargo que había desempeñado en los últimos tiempos.
Era el momento de las despedidas y los homenajes. Recibía parabienes por todos los sitios. Le invadía una mezcla de deseo de la bien ganada jubilación y nostalgia por lo que allí dejaba. No lo estaba resultando fácil asimilarlo. Por suerte el apartamento en el Mediterráneo que compró hace cuatro o cinco años le iba a ayudar en estos momentos de transición. Estábamos en abril y tenía intención de estar allí hasta noviembre o incluso diciembre, lo que le permitiría asimilar la nueva situación.
Su último día de trabajo coincidía con un viernes, por lo que se organizó una comida-merienda-cena con todo el personal como despedida. Todo era muy agradable, abrazos, risas, recuerdos, anécdotas y comentarios de antiguos compañeros.
“Lo cierto es que el tiempo pasa de un modo tremendo. ¿Os acordáis de la primera jubilación que se vivió en esta empresa hace más de 25 años?”, preguntó Angel a alguno de sus colaboradores de mayor edad.
“No estoy muy seguro, pero creo que hablas Hilario, “el muñones”, ¿no?”
“Sí, el muñones, que tío más inútil todo lo que cogía se le caía parecía que no tenía manos, de ahí el mote que le pusimos”.
“Luego vino Rafa “aceituno”, que le llamábamos así porque era pequeño gordito y en verano, en cuanto le daba el sol, se ponía del color de una aceituna negra”.
“… ¿Y os acordáis de Don Jimeno el de contabilidad” .
“Sí, claro el seispesetas”.
“¿el seispesetas?” preguntó uno de los nuevos “¿a qué venía ese apodo?”
“A que era más que duro” dijeron entre risas los veteranos
“Oye, veo que todos los que se han ido jubilando tenían un mote que utilizábamos, ¿y yo, tengo un mote, verdad? Nunca me lo habéis dicho” terció Angel.
De repente se estableció el silencio. Todos se callaron. Tal fue la situación que el resto de las mesas fueron silenciándose. No tenían claro el motivo, pero era de esas situaciones en que sin estar presentes todos eran conscientes de que algo sucedía. En unos pocos segundos el comedor pasó de un bullicio ingente a un silencio sepulcral. Los compañeros de la mesa de Angel se miraban entre ellos, le miraban a él, imploraban que alguien desde algún lugar de la sala propusiera un brindis, contara un chiste o se cayera de la silla, daba igual, pero que algo pasara, pero nada pasó hasta que Angel volvió a hablar.
“Veo que sí que lo tengo, pero no parece que sea muy agradable, ¿no?”
“No, no es eso. Mote, mote lo que se dice mote no es que tengas…” contestó unos de sus compañeros intentando ganar tiempo y que se cambiara el tercio.
“Angel”, comenzó a decir Cosme, el responsable de expediciones en el almacén y que llevaba trabajando con él más de veinte años “no es que tengas un mote propiamente dicho, pero a veces si que hablamos de ti con un apodo, pero no es de uso habitual. Te llamamos el “Capitán Gaviota”.
“¿El capitán gaviota?”, ya me explicarás.
“Mira la idea fue mía por una explicación muy graciosa sobre las gaviotas que leí en un libro de texto un día que tomaba la lección a uno de mis hijos y que nos pareció que encajaba con determinadas formas de actuar que tienes. No eres siempre así, de ahí que no es que tengas mote. Solo utilizamos lo de capitán gaviota en pocas ocasiones, cuando te comportas como una de ellas”, confesó Agustín el jefe de almacén.
“Por la cara que estás poniendo no tienes no idea de lo que hace una gaviota, ¿verdad?”
“No, pero sospecho que me lo vais a explicar…”
“Seguro que sabes las gaviotas son unos animales muy ruidosos y pendencieros. Ahora que vas a estar en la costa podrás observar lo que hacen. Básicamente consiste en que una de ellas consigue comida, otras intentan arrebatársela y se enzarzan en una pequeña pelea hasta que llega otra -suele ser el líder de la bandada- montando mucho ruido, graznando muy alto, abre las alas, les grita, discuten y cada una se va por su lado habiendo repartido la comida”.
“¿y?”
“Angel, que eso es lo que viene a pasar en tu departamento muy a menudo”, comentó el jefe de compras incorporándose a la conversación. “Hay muchas veces que se producen roces normales entre tu gente y tu forma de actuar era precisamente esa. Cuando veías opiniones diferentes te incorporabas a ellas con gran ruido, te metías en medio de las partes y sin escuchar ni dejar hablar dictabas sentencia e imponías una solución. La mayoría de las veces no dejaba satisfecho a nadie. Es más, no tenía nada que ver con el tema en cuestión. Donde había un problema dejabas dos: el original y el que tú habías creado. Por cierto, según lo creabas desaparecías dejando a los implicados empantanados y sin solución”.
“Mira, te voy a poner un ejemplo” dijo Cosme. “¿Te acuerdas hará un par de semanas que yo estaba discutiendo con Agustín sobre el uso de unos huecos en el almacén que él consideraba que los necesitaba para unos usos y yo los quería para preparar expediciones porque ahora vamos a entrar en una época de mucho trabajo?”
“Sí. Ninguno de los dos tenías razón. Esos huecos estaban previstos para las producciones pendientes de pasar el control de calidad”.
“Así es, pero realmente no se utilizan nunca porque está sobredimensionado. Eso lo conocemos muy bien él y yo que los vemos siempre vacíos. No creo que llegue a dos veces al año cuando se utilizan. Teníamos claro que íbamos a pedirte ese hueco. Lo que sucede es que cada uno lo quería para menesteres diferentes. Apareciste tú. Nos echaste la bronca. Dijiste que se quedaba como estaba. Revoloteaste por la zona. Sacaste cuatro o cinco defectos a la misma y nos dejaste encargados de solucionarlos cuando esa área pertenece a fabricación y no a almacén o expediciones y nosotros no tenemos capacidad para actuar sobre ello. No solo no nos escuchaste ni oíste nuestra explicación, no solucionaste el problema y nos creaste uno nuevo, ahí te ganaste muy bien el mote”.
“Pero, pero… yo no soy así”, dijo en voz temerosa Angel.
“No siempre. Por eso te decíamos que el mote no es permanente y que solo lo utilizábamos de vez en cuando”.
En las empresas existen muchos “Capitán Gaviota” que montan mucho ruido, no escuchan y dictaminan soluciones sin llegar a entender el problema, pero creyéndose en posesión de la verdad por el mero hecho de ser el dueño o el jefe o incluso ni eso.
Yo mismo he de reconocer que muchas veces me he comportado así. Ahora intento no hacerlo. Hago esfuerzos por tratar de entender y de no proporcionar nunca la solución –los implicados la conocen mucho mejor que yo-.
Si a veces eres un poco Capitán Gaviota te recomiendo lo siguiente:
- Cuando veas una situación conflictiva entre los miembros de tu equipo, acércate sin hacer ruido y observa.
- Intervén sólo en el caso de que te lo soliciten o sea absolutamente evidente que tienes que hacerlo.
- Pide a una de las partes que te explique la situación. No dejes a la otra intervenir ni tú interrumpas. Déjale hablar y ESCÚCHALE. No estés pensando en la respuesta, estate intentando entenderle PONIÉNDOTE EN SUS ZAPATOS.
- Haz lo mismo con la otra parte.
- Una vez hayas oído a los dos –y ellos también se hayan escuchado-pregúntales si es posible alguna solución consensuada o alguna intermedia o alguna alternativa. Que propongan ellos.
- Si la solución afecta a terceros tendrás que invitarlos al debate (como por ejemplo en el caso de esa área de fabricación que querían repartirse expediciones y almacén).
- Intenta siempre buscar salidas consensuadas y sobre todo, no añadas problemas a los que ya tenían.
P.D. ¿y si nadie propone solución alternativa? No te preocupes, pasa mucho. Entrena, entrena y entrena y pasará menos. Mientras tanto si hay que dar una solución al asunto –y solo en ese caso-, tienes todos los datos para dictaminar lo que consideres oportuno y al menos no te llamarán Capitán Gaviota ni dirán que vas dejando restos allá por donde pasas –también hecho muy característico y conocido de las gaviotas-.
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